Si hace poco hablábamos en este blog de las propiedades del pescado azul, hoy vamos a dedicar este espacio a ver en qué se diferencia éste del pescado blanco. La diferencia entre ambos reside básicamente en la cantidad de grasa corporal que contienen. Así, mientras que el pescado azul puede contener entre un 5 y un 10% de grasas, el pescado blanco sólo contiene un 2% de grasas en su cuerpo. Es por ello que también se conoce al pescado azul como pescado graso y al pescado blanco como magro. Además, existen otro tipo de pescados, conocidos como semigrasos, cuya cantidad de grasa corporal puede variar según la época del año.
Su cantidad de grasa corporal depende de los hábitos alimenticios de los peces. El pescado azul suele realizar largos viajes, por lo que necesita acumular mayor cantidad de grasas que el pescado blanco que, al alimentarse en lugares cercanos a donde vive, no necesita de estas reservas. Un truco para diferenciarlos es observar su cola. Mientras que el pescado azul suele tenerla en forma de flecha, para facilitar sus desplazamientos, la del pescado blanco suele tener forma recta o redondeada.
Pescado blanco: rico en proteínas y bajo en grasas
El pescado blanco tiene un bajo contenido en grasas, se digiere mejor y tiene un menor aporte calórico -unas 80 calorías cada 100 gramos, frente a las 120 ó 200 del pescado azul-, por lo que está indicado en dietas hipocalóricas. No obstante, los nutricionistas aconsejan incluir ambos tipos en la dieta. En el caso del pescado blanco se recomienda tomar de tres a cuatro raciones por semana y es ideal para la gente con problemas gástricos.
En cuanto a sus propiedades nutricionales, está indicado para todo tipo de personas. Su alto valor proteico es similar al de la carne y es rico en vitaminas del grupo B, que favorecen el metabolismo, y minerales tales como potasio, magnesio, calcio, hierro y fósforo, esencial para el buen funcionamiento del cerebro, así como para la actividad nerviosa y muscular. Además, el consumo regular de este tipo de pescado, puede reducir los niveles de colesterol y el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas.
Las especies de agua salada, tienen un alto contenido en yodo, que favorece el correcto funcionamiento de la glándula tiroides. Además, algunas variedades de pescado blanco como el besugo, el salmonete o la lubina, son un poco más ricos en grasas y contienen vitamina A, imprescindible en el desarrollo del sistema nervioso.
En cambio, los pescados denominados como planos, tales como el lenguado, la dorada, el gallo o el rodaballo, son los que menor porcentaje de grasas contienen, siendo más alto su valor proteico (entorno al 17 % de su peso). Si se consumen fritos, absorben mucho más aceite que los pescados redondos, pudiendo hasta cuadruplicar su valor energético.
Son pescado blanco el bacalao, el lenguado, la merluza, el rape, el congrio, el gallo, el rodaballo, el cabracho, la pescadilla, la serviola o lecha, la faneca o el mero. Son semigrasos la lubina, el besugo, la anguila, la dorada, el salmonete y el sargo.