El salmón es uno de los pescados más apreciados en la dieta mediterránea gracias a su gustoso sabor y a sus numerosas propiedades nutritivas. En filetes o a rodajas, su versatilidad hace que se emplee en exquisitas recetas, ya que puede ser cocinado de distintas maneras y acompañado de diferentes tipos de salsas. La costumbre de consumirlo a la parrilla y marinado procede de los países escandinavos, especialmente de Suecia, donde se conoce como ‘gravad lax’.
Debido a su alto contenido en grasas (un 10 por ciento), entra en la categoría de pescado azul. Por este motivo su aporte calórico es elevado, oscilando entre las 140 y las 200 calorías por cada 100 gramos. Sin embargo, dos tercios de estas grasas contienen un alto porcentaje de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, beneficiosos para regular la tasa de colesterol sanguínea.
Es una fuente importante de proteínas, que pueden llegar a suponer un 20 por ciento de su peso y aporta cantidades importantes de vitaminas y minerales. Cada 115 gramos de salmón aportan los requerimientos necesarios de vitamina D para un día, por lo que es recomendable para fortalecer la piel y los huesos y para reforzar el sistema inmunitario.
El salmón también contiene la mitad de los requerimientos diarios de vitamina B12, niacina y selenio y además, es una excelente fuente de magnesio y vitamina B6.
Por otro lado, el salmón es un pescado rico en el ácido graso Omega-3, tan beneficioso para la salud. Entre otras propiedades, el Omega-3 ejerce un efecto antiinflamatorio, beneficioso para personas que padecen enfermedades como artritis, diabetes, enfermedades cardiacas y ciertos tipos de cáncer.
Esta sustancia también ayuda a evitar la formación de coágulos sanguíneos, regula el sistema inmunitario y la circulación y es beneficioso para problemas que afectan al sistema nervioso, como el Alzheimer. Además, ayuda a equilibrar los estados de ánimo, por lo que está indicado para personas con depresión.