Este mes destacamos uno de los protagonistas de nuestra sección de marisco congelado: el buey de mar. Es un crustáceo de la familia de los cangrejos, procedente del mar del Norte, norte del Atlántico y del Mediterráneo. Vive en fondos arenosos o en las rocas aunque, durante los meses de invierno, las hembras llegan a bajar hasta los 150 metros para poner los huevos.
Los ejemplares adultos pueden medir hasta 30 cm de largo y llegan a pesar 5 kilos. Sus patas delanteras son unas pinzas gruesas rematadas en unas afiladas uñas de color negro, con las que capturan y trituran a sus presas, principalmente peces pequeños, otros crustáceos y estrellas de mar. Las hembras, igual que las de especies similares, tienen el abdomen mayor que los machos.
Una curiosa característica de este animal, es que tiene la facultad de reproducir sus miembros. Cuando se le rompe alguna de sus patas, él mismo se extrae la articulación, y en su lugar se regenera un nuevo miembro.
En cuanto a su valor nutritivo, el buey de mar tiene una composición muy parecida a la del cangrejo. Tiene una cantidad abundante de proteínas y de grasa, en comparación con otros tipos de marisco, aunque hay que tener en cuenta que la frecuencia con que habitualmente se consume es escasa. Es rico en minerales como el yodo, el magnesio y el sodio y muy beneficioso por su aporte en vitaminas B12, B3 y E.
El buey de mar presenta innumerables posibilidades culinarias. La forma más sencilla es comer la carne de sus pinzas, patas y cuerpo una vez cocido. También es habitual extraer su carne y preparar diferentes platos con ella, como salpicones o ensaladas de marisco, como txangurro al horno, relleno o se puede elaborar con él sopas, cremas o paellas de marisco.
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